La primera parada, después de casi dos horas de fragoneta, fue a un mercado flotante. Se trata de un pueblo con varios canales por los que navegas en unas barcas pequeñas mientras que, tanto a los lados en los soportales, como desde otras barcas, te ofrecen todo tipo de productos: comida y bebida típica, artesanía, ropa, especias... Es muy original y resulta muy vistoso.
La segunda actividad del día fue un paseo en elefante.Subido allí en la silla a lomos del animal no tenía mucha estabilidad. Daba sensación de que me podía caer en cualquier momento. Aún así me pareció unaexperiencia curiosa.
La comida, incluida en el "paquete" fue en una terraza-aparcamiento de autobuses de camino. Cuando llegamos estaba todo servido. No era muy abundante, pero no estaba mal.
Después de comer, fuimos al pueblo donde está el puente sobre el río Kwai. Me gustó mucho conocerlo, sólo le faltaba la música para entrar totalmente en ambiente.
Finalmente, después de otro largo trecho, llegamos al templo de los tigres. Es de unos monjes budistas que los crían desde hace tiempo, parece ser que desde que encontraron a un bebé huérfano y decidieron criarlo. Para ver a los animales en directo y hacerse fotos había bastante cola, y cuando por fin nos tocaba, se puso a llover a cántaros y cortaron la visita porque los tigres se ponen nerviosos con el agua. Después de 3/4 de hora, prácticamente cuando teníamos que volvernos, dejó de llover y pudimos pasar.
La ventaja de ser los últimos es que participamos en la recogida con los monjes, cuando llevan a los tigres a dormir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario